Y resulta que llegando a la entrada de la cafetería, comprobamos como ésta, está casi repleta y no queda una sóla mesa vacía. Pese a ser de reducido espacio, comprobamos que los padres y niños, esperan ansiosos la llegada de la camarera que los atendrá con rapidez para dar comienzo su merienda. Nada de esto ocurre y pese a observar que tras la barra, dentro en la cocina, (se aprecia el movimiento) y por la pequeña sala, abunda el personal que se mueve de un lado para otro cual autómata, incluidas unas sonrisas que a veces, se le caen.
Decidimos esperar para tomar un café los adultos (tres) y dos batidos de chocolate los pequeños (dos)... tras una larga espera, conseguimos una mesa y nos apresuramos a tomarla casi hincando una bandera en el centro de la misma. Otra larga espera nos espera para ser atendidos. Percibimos el movimiento en torno nuestra de las camareras pero parecemos invisibles, o tal vez, como por arte de magia, ahora que abunda la misma y más en estas señaladísimas fechas, nos hacemos realmente invisibles. Conseguimos por fin ser escuchados y el pedido se hace sufrido: un café con leche, descafeinado de máquina y un té; para los niños dos batidos... nos dice la amable camarera que sólo tienen batidos naturales a 3,15 euros. Me acojona la cifra y lo repito en tono irónico, que la camarera en su papel de autómata, no entiende... pedimos entonces dos vasos de leche con cacao (que al parecer no es natural)... ¿si el batido a 3,15 el vasazo, era natural, el vaso de leche con cacao, qué es?...
Llegado el momento en que se nos sirve por fin, tras una larguísima espera, se nos va la camarera dejando la mesa sin concluir la tarea y donde sólo hemos visto la leche de los colacaos... el café y descafeinado, a medio servir pues olvidó de poner la leche. Le apunto a la camarera lo sucedido y esta vez, si soltar su sonrisa autómata, asiente y dice servirnos enseguida. Nada más lejos, y para cuando esto sucede, mi café está bastante frío y yo bastante cabreado. Una pena no haber puesto ojo en el cronómetro, pues tal vez se habría batido algún record (entre otras apreciaciones mías) y haber entrado por la puerta grande en el Guinness de los Records...
Una vez hemos salido de la cámara de pruebas (tal vez se podría haber estado filmando para un programa de cámara oculta) y recolocado nuestros sentidos, se suceden acontecimientos normales dentro del mastodóntico Corte Inglés, salvo cuando decido abandonar el mismo acercándome a recoger el vehículo al aparcamiento de dimensiones (tal vez) más descomunales que las plantas de arriba y donde parecería albergar todos los vehículos de una gran ciudad confiscados como por arte de magia.
De nuevo tengo que dirigirme a un autómata, esta vez en forma de cajero donde me habla una voz que desconozco y sospecho que esa voz, es la de mi conciencia o algo más grande... no me admite billetes de veinte euros!... salgo a por cambio, y en ello empleo bastante tiempo en mi aventura donde voy esquivando personas, objetos y creo que hasta utilicé un machete para apartar la maleza de la jungla. Cuando por fin regreso al autómata-cajero, introduzco las monedas y... sorpresa!, los veinte céntimos que me solicita, sólo los admite en una moneda y no en dos de diez... todo un logro de la tecnología!... hablo con mi, ya conocida voz y me soluciona el problema.
¿Alguien cree que ya me podría marchar?... se ha equivocado! Una vez estoy en la salida y donde he formado una cola de coches que vendría a ser algo así como la cuarta parte del contenido que había unas horas antes en los subsuelos del gran comercial, y donde no he comprado nada por que ya no sabía dónde me encontraba, el cajero me "escupe" la tarjeta una y decenas de veces... no puedo marcharme!.
He de ponerme de nuevo en contacto con mi voz amiga que esta vez, si me soluciona el problema y por fin, la barrera se abre...
He salido a la calle donde la luz de las farolas, adornos navideños y otras chispas, de las que desconozco su naturaleza, me hacen sentir liberado... Navidad!, dulce navidad... y eso que yo, desconozco todo sobre ella. Qué feliz me siento! aunque los Reyes Magos, me traigan carbón (si por escrutar mi mente, les hubiere dado)...