sábado, 23 de abril de 2011

Acordándome... tomas falsas

  Me fue fácil recordar aquellos instantes donde esos personajes se presentaban con sólo aporrear la puerta,  prestos a jugar una partida a tres bandas, de un juego que existe desde siempre, pero del que nunca nos queremos acordar y por supuesto, jugar. De haber querido jugar sucio, lo habrían hecho; habrían entrado sin tener que avisar, sin llamar a la puerta, utilizando los nudillos, cuando existía el  timbre... daría igual. Recordé igualmente, cómo tratamos de esquivar la verdad, pero una vez acabada la obra, acabado el juego y tras las bambalinas, creemos haber terminado y no somos conscientes de que comienza otra obra, aunque lo mejor de todo son las "tomas falsas".



Acordándome... tomas falsas from Rafa Ordóñez on Vimeo.

   Imaginad a ese político de turno, frente al público en un mitin, en una conferencia, frente a unas cámaras que recogerán todo. El futbolista, el equipo antes de un partido importante... el árbitro. Los comentaristas y sus peinados, sus camisas con olor a suavizante y el micrófono emanando el olor del embalaje, reciente, nuevo. El novio, camino del altar donde le espera su prometida, con sus zapatos recién sacados de la caja de cartón del bueno, que habían sido depositados con sumo cuidado por el zapatero, y sus bolas de alcanfor. Su traje sin estrenar, perfumado con feromonas naturales. El cura con su atuendo impoluto, aunque estrenado en otros eventos e impregnado del incienso que utiliza habitualmente... la novia nerviosa, resplandeciente su ser entero, esperando el momento, su traje nuevo, blanco como el alma de un bebé, vaporoso como las ideas utópicas, la fragancia que desprende cual mercado turco con el colorido de especias y aromas varios...
  ¿Qué hay detrás de todo ello? ¿Cuántas tomas falsas? ¿Cuánto de ello nos acompaña a lo largo de nuestra vida? ¿Podéis imaginarlo?
   A mí me cuesta realmente muy poco: quienes me conocen, dicen que tengo una gran imaginación.
   

domingo, 10 de abril de 2011

Acordándome de Freud

   Me encontré frente a frente con lo que parecía ser una broma. Incluso pensé que era el mismísimo Freud en persona quién se manifestaba, a través de la figura en la penumbra que había llamado a mi puerta. No era sino una proyección que me resultaba familiar. Cuando se hubo presentado, comprendí que se trataba de alguien conocido, o al menos eso creí yo entonces.

   No había pasado ni un segundo cuando de nuevo apareció en el  rellano otra figura bastante parecida a la primera, pero ésta, pese a ser más clara, tampoco me aclaró nada en principio y no hizo sino acrecentar mi desconfianza e inseguridad, frente al acoso por parte de la broma a la que era sometido: se había manifestado Sigmund Freud, a través de una figura que creí reconocer en un principio, pero que luego resultó ser algo peor: una pesadilla en forma casi humana y donde venía  a recriminarme no sé qué...

   No me quedó otra que defenderme. Me vi acorralado por estas dos presencias y pese a que una era bastante más primitiva y no parecía presentar mayor problema que eliminarlo a base de indirectas, la segunda era bastante más difícil de abatir por su arrogancia o petulancia; como si en un espejo  estuviese acicalándose y preparándose para salir a que el mundo se rindiera a sus pies. Encima, el espejo en el que se miraba, no era otro que mi propia persona...

   Sin duda alguna, Freud se vengaba de mí, sin saber muy bien por qué; pero no me quedaba otra que defenderme con las únicas armas de que disponía; mi verborrea, mi imaginación y tratar de echar balones fuera al tiempo que trataba de engañar a diestra y siniestra a estas figuras que no hacían más que incordiar y no parecían querer marcharse sin antes haber conseguido alguna confesión que minara más aún mi espíritu, que en ese momento andaría por las nubes... 



Acordándome de Freud from Rafa Ordóñez on Vimeo.
   
   Cuando hube comprendido que el desayuno tal vez, me habría causado tales visiones, (la margarina o la mermelada de las tostadas, o quizá la leche que a veces suelo tomar con la caducidad bien avanzada...) me relajé pensando en el futuro más inmediato, sonreí pues supe en ese momento que Freud no se equivocaba y tuve que admitir que tales presencias, me acompañan desde que tengo uso de razón... si es que alguna vez la tuve.